domingo, 21 de febrero de 2021

Deja que te cuente un cuento: la Igualdad en la Iglesia


 DEJA  QUE TE CUENTE UN CUENTO
 SIN SER CUENTISTA
 PERO SÍ VINIENDO A CUENTO

Nuestra creatividad, nuestra ilusión y nuestras ganas de que LA IGUALDAD SE HAGA COSTUMBRE DENTRO Y FUERA DE LA IGLESIA, nos llevan a dar lo mejor de nosotras mismas y a compartirlo con todas las personas de buena voluntad que quieren poner la mirada de Jesús en la realidad. Hoy, esas gafas son violetas. 

Preparando las actividades de La Revuelta de las Mujeres en la Iglesia, nuestra compañera Manoli, nos ofrece este cuento. Para reflexionar desde otros lenguajes, desde otros formatos. Gracias Manoli. Disfrutemos.



¿Me dejas que te cuente un cuento?

Sí, sí un cuento

Que nooooo, que no soy una cuentista que no viva del cuento. Lo que pasa es que me gusta vivir contando.

Podría empezar como normalmente se comienzan los cuentos, erase una vez…… pero no, quiero iniciar mi cuenta con hoy se encontraron tres mujeres.

Buenos pues, sin más preámbulos te cuento el cuento.

Amaneció un día precioso con un sol que te llamaba a salir a disfrutarlo.

La señora Igualdad abrió las ventanas y se dijo:

 “Hoy es un día muy idóneo para ir al parque a hacer ejercicio”

La señora costumbre se dijo para si misma:

 “A pesar de que llamo Costumbre, no tengo mucha costumbre de hacer ejercicio, pero voy a hacer una excepción”.

La señora Iglesia un poco más perezosa pensó en voz alta:

 “Uf, tengo muchas cosas que hacer, pero un poco de ejercicio no me iría mal para la artrosis. Bueno vamos allá, dicen que el encuentro con la gente es un buen alivio para la artrosis”

Las señoras Costumbre, Igualdad e Iglesia, se habían conocido en unas jornadas de ecofeminismo.

Nuestras tres protagonistas, un poco cansadas ya decidieron sentarse en un banco. Primero llegó la señora Iglesia. Vestía un chándal precioso con la Plaza de San Pedro de Roma en la espalda. Se sentó y dijo en voz alta:

 “¡¡Madre mía!!, la verdad es que estoy un poco oxidada. Creo que Dios me pide que me convierta para que mi artrosis no vaya a más”.

Mientras la Señora Iglesia pensaba en voz alta, pasa corriendo, con la lengua a fuera, todo hay que decirlo, la señora Costumbre. También llevaba un chándal precioso de color cris y negro y unas letras fosforitos que decían, “Fortalece algunas Costumbres”.

La señora Iglesia ve pasar a la señora Costumbre y la llama, primero con mucha discreción:

 “Pssss, ey Costumbre, Psssss, nada que no me oye”.

Corriendo tras ella le da alcance y con la voz entre cortada por la hiperventilación le dice:

 “Pero bueno Costumbre, ¡¡que alegría de encontrarte, ya te veo que estás en forma”

 “Uy, no tanto contesta la señora Costumbre, tendría que ejercitarme cada día, pero aunque me llamo Costumbre, todo son impedimentos para hacerlo una costumbre, ja, ja, ja.

Las dos rieron tan fuerte que las carcajadas llegaron hasta los oídos de la señora Igualdad que no estaba muy lejos.

 “Anda, pensó en voz alta la señora Igualdad, esa risas me suenan”

Mientras se iba acercando iba vislumbrando a dos mujeres que como locas le hacían señas y gritándole:

 “Igualdad, ven, ven, eres la que faltaba para que este encuentro sea maravilloso”.

La señora Igualdad, mientras caminaba muy deprisa se iba poniendo la mascarilla. Cuando llegó al lado de ellas los saludos codiles de mucha efusión.

La señora Iglesia dijo:

 “Chicas vamos a sentarnos un poco en el césped para guardar las distancias que tenemos mucho de que hablar”.

Mientras iban de camino al césped, la señora Costumbre exclamo:

 “Mira la coqueta que chándal lleva de color morado”.

 “Pero no sé lo que pone”.

Dice la señora Iglesia.

 “ Ah, os lo traduzco, es que está en lengua Quechua. Dice: Hasta que la Igualdad se haga Costumbre en la Iglesia”.

 Anda, si somos las tres, si claro.

Respondió la Señora Igualdad. Inician una conversación profundizando en sus vidas y sueños y como poder hacerlos realidad, pero yo haré un resumen porque hablaron tanto que daría para un libro gordo y los cuentos son libros sin gordura, pero con mucha sustancia.

La señora costumbre termino diciendo:

 “Chicas ha llegado el momento de unirnos porque juntas podemos lograr algunos cambios. Yo, desde hoy, voy a luchar por erradicar algunas Costumbres que lo único que hacen es poner “techos de cristal a las mujeres” y sé que me enfrento a un gran reto, pero lo voy a hacer, sí o sí.

 “Bieeeen, Costumbre”.

Dijo la señora Igualdad.

 “¡¡Qué listón más alto me ha dejado!!”

Dijo la señora Iglesia.

 “Sí guapa, listón alto, pero tu puedes Iglesia”,

Le dijo la señora Igualdad.

 “Estás en los mejores momentos históricos porque a nivel mundial tienes a muchas mujeres unidas a ti” que tiene muy claro lo que quieren.

 “Animo Iglesia, ¿recuerdas?, “No tengas miedo”, lo dijo Jesús de Nazaret, al que tú sigues

 “Tu Iglesia, ¿qué sueños tienes?”

La señora Iglesia, con voz firme y a la vez cálida, respondió:

 “Sueño con liberarme del clericalismo que tanto daño me está haciendo porque no deja entrar el aire fresco que traen las mujeres cristianas feministas.

También sueño con el día en que mi casa las mujeres puedan estar presentes cuando se tengan que tomar decisiones.

La señora igualdad y la señora Costumbre aplaudían emocionada.

 “Esperad, esperad, que no he terminado, no me interrumpáis que se me va el hilo”.

Exclamo la Señora Iglesia.

 “El tema de la sexualidad es otro de mis sueños.

La señora Igualdad y la señora Costumbre abrieron los ojos como platos y dijeron:

 “¿Te vas a atrever con este tema?”

 “¡¡Por supuesto”

Dijo ella.

 Necesito vivir una moral sexual impregnada de ternura y misericordia. Y sueño con ello.

La señora Iglesia miro con ojos brillantes a sus dos amigas y les dijo:

“Amigas más que nunca os necesito”,

 “Sí lo estamos

Respondieron ellas.

Toma la palabra la Señora Costumbre y le dijo:

 “Amiga Iglesia, me comprometo contigo a desacostumbrarme de costumbres que mancillan a la mujer y a acostumbrar a vivir en espacios de libertad.

La señora Igualdad carraspeo y dijo:

 “Sí yo también quiero comprometerme solemnemente a tener visibilidad en la vida de todas la mujeres que me necesiten y a ser muy terca con las personas e instituciones que me ignoren”.

Aunque no son tiempos para abrazos, las tres amigas se abrazaron y firmaron con sus rúbricas de amistad que siempre caminarían juntas.

Y violeta y más violeta, peor para ti si te estás quieta.

FIN

Autora: Manoli Soria Berrueco

Mujeres y teología de Zaragoza

Febrero 2021


Si lo queréis disfrutar  escuchándolo, aquí lo tenéis.




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